El otro cometa

Después de algunos días de parecer en otra dimensión, ella se despertó de golpe. Sus ojos desorbitados rompieron en llanto, sus gritos quedos rasgaron hasta el último de sus reclamos. Se botó en el piso... lloró y lloró...
El árbol a su lado marcaba el tiempo con su sombra, pasaba tan rápidamente que las hormigas buscaban desesperadas refugio entre las hojas caídas y el agua que caía de la fuga en la casa de a lado.
Su recuerdo iba y venía, ella lo sujetaba con firmeza, esmero y pasión... se aferraba, desgastándolo... matándolo lentamente.
3, 4... 5 segundos después su llanto y sus sollozos la hicieron ceder... se enjugó las lágrimas, soltó su recuerdo y lo vio partir por el cielo, como otro cometa abandonado por un niño. Al tiempo que se alejaba, una sonrisa iba apareciendo en su rostro y mientras más lejano lo veía, más grande sonreía.
Era libre... no él, !ella!, él se perdería por el cielo, entre nubes y tormentas, viajaría a la deriva.
Y ella, liberada de todo mal, sin pesos en la espalda que cargar, se quedaría aquí, con sus modos, sus reglas y su ser, enfrentando a cada segundo lo vivido y lo que está por vivir...
Ella está aquí, en pedazos... pero aquí.