Y ahora ya soy...


Hace ya mucho tiempo de mis últimas letras. Acabo de armarme de valor y regresé a este viejo rincón de recuerdos y experiencias futuras y ficticias.  Me sorprendí al ver cómo faltan piezas complicadas de un maltratado rompecabezas, recordé aquella escena donde Joel, después de Lacuna, descubre que de su libreta fueron arrancadas páginas enteras y está, sin recuerdo alguno. La diferencia, claro, es que yo sí recuerdo lo aquí perdido (o borrado, clausurado, censurado, tachado, rayado, “rompido”, etc).

Sin embargo, podría declamar cada uno de los textos faltantes con sus puntos, acentos, comas, adjetivos, verbos, verbos, verbos y excesivos puntos suspensivos, podría tomar cada imagen y pintarla, o bordarla, o deletrearla o incluso reescribirla. Qué rara la felicidad de los humanos.

Algo en mí se había apoderado de mis ideas, de mis letras, o quizá de lo fundamental en alguien que gusta de escribir, o en mi caso de intentar hacerlo: su inspiración, o lo que es peor, sus ganas de expresar. En mi caso, creo que fue aquel viejo monstruo que vive debajo de mi cama, aunque en los últimos meses cambió su residencia y se instaló en algún lugar de mi oxidada cabeza.

Pero bien dicen que el tiempo y el limón (y con tequila mejor, hasta valentía da) lo cura todo; y heme aquí, con un vaso con agua sobre el escritorio, mis sonidos desde el computador, el aire frío que emana de los conductos, que Dios quiera se mantengan limpios y me eviten enfermedades; lejos, muy lejos de aquel dolor que acabó con mis huesos, mis lágrimas y mis rodillas, que me secó la piel y amenazó mi alma, lejos también del viejo capricho casi adolescente de volver a sentir en manos más verdes que las mías, lejos de aquel deseo inconsciente de ser el centro del universo.

Me he descubierto nuevas sonrisas, nuevos gestos, nuevas emociones… no sé, es como volver a aquel punto donde (lejos de mis cuentos de vidas pasadas y paralelas) mi vida siguió a la par de otra en un extraña dimensión, y hoy, en este punto, la real es aquella, que sin arrepentimiento alguno, la dejé vivir en esa otra dimensión.