Estado de ánimo número mil

Me da gusto que de pronto tus letras y coquetería reconozcan en mí mis virtudes; de salir de ese algo que suele darse a la teoría, sin bañarse de castigos y vanaglorias podridas.
¿Es acaso artificial adscribir a los cigarros el cúmulo de emociones encontradas en tintes dialécticos con poca reflexión? Sí, es mera especulación de un juego de palabras inexistente en primera estancia; absurdo y diacrónico en la reconstrucción del pensamiento.
Pero me da gusto, eso de vivir en un sueño de formas, olores y sabores, que aseguro, con el casi inevitable riesgo del personalismo, no provienen de la labor cotidiana de un guionista ensordecido.

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