El Gato del antifaz

Mucho se ha hablado de él, de su caminar pausado, de su desatino con las conjugaciones, de sus expresiones caracterizadas y hasta del color de sus calcetines. Es todo un personaje en los barrios del meridiano.
Yo solo puedo decir que es bastante divertido verlo andar. Todas las tardes camina por el callejón del Elote, da vuelta en la avenida del discurso y se detiene frente a la fuente de luz de tungsteno, donde por momentos parece ir y venir a diferentes dimensiones.
Es muy raro verlo acompañado, creo que disfruta de sus conversaciones en solitario que realiza en la tercera banca del parque, o frente a la tienda de viejos televisores o en la esquina de la parada de bicicletas; lo que me recuerda que él es amante de las bicicletas y le resulta bastante fascinante ver el rodar de las llantas y su sonido particular al rozar las calles.
A menudo compra cacahuates, chocolates con cacahuates, caramelos con cacahuates o helado de cacahuate para entretenerse mientras dialoga para sí.
Cuentan algunos caminantes que en ocaciones le han oído exclamar "He aquí mi opinión de este país: hay que suprimir los amuletos, los timbres, los portazos y el olor desagradable que emite el señor esponjoso... ¡ah! y por supuesto los retenes de cebolla, además de multiplicar las fuentes del azúcar".
Más de una vez algún atrevido ha osado preguntarle el por qué de su antifaz, a lo que responde con una mirada indiferente y sigue su camino.
Así es el Gato del antifaz, fiel a sus adentros...porque lo demás ya está pasando de moda.

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