Menguando

A veces siento que soy como la luna, al menos como tú la describes: una farsante. Quizá por eso he aprendido a apreciarla más, aunque tú le hayas perdido el respeto. La has condenado por aprovecharse del Sol, de su majestuosidad.

Yo le hablo y la consiento, la quiero al igual que muchos más ¿Acaso no has pensado en su intermitente sufrir? Yo la compadezco, y la admiro. No se queja de las injusticias, ¿Por qué al Sol lo ven todos los días largas horas? A él lo sienten.

¿Y ella? Se conforma con unas cuantas horas en las noches, mientras permanecen despiertos. No la dejan mostrarse en todo su esplendor y tiene que acceder a aparecer en sus facetas cada determinado tiempo.

Sin embargo, ella está ahí, para los amantes, para ser testigo fiel, para acompañar y callar. Es tan humilde y sumisa. Brilla, aunque con luz ajena. Y en definitiva, es esto lo que me hace amarla más, ¡qué terrible debe ser brillar en la sombra de alguien más!.

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