y de donde...

A veces la mañana y mis pijamas pueden resultar bastante inspiradores o cuando me asomo por la ventana y mi rostro recibe una sensación cálida producida por un soplo de aire frío.
Observando todo me doy cuenta que la inspiración se consigue cuando no la buscas, cuando de repente abres los ojos, o sueñas, o piensas o crees que estas hilando pensamientos.
Hoy por ejemplo, estuve pensando y pensando y no obtuve nada, escuché el silbato del tren en punto de las 6 de la tarde, mis sentidos estaban tan agudizados que escuchaba el botar de la pelota de los chicos que jugaban, los pasos de los jóvenes que alegres caminaban por las calles, el ruido casi imperceptible de los enfriadores, escuchaba hasta el pasar de las nubes. Sentí calor, emoción, temor, alegría y envidia, todo esto en cuestión de segundos. No sé si el leerlo me hace pensar en todo lo que dice… poner atención puede significar demasiado si pretendes recordar lo mismo al día siguiente.
Si tan solo decidiera dejarme llevar, dejarme arrastrar por todo ese cúmulo de sensaciones, lo imaginaría tan bien que notaría bajo sus ropas su ironía brillante, esa que ha conseguido tantas víctimas que ya ni decirles ingenuos se vale.
Y otra vez, recuerdo, pienso, creo hilar pensamientos y eso que pienso poco, pero por una pizca de gracia escondida en mis laberintos, las letras fluyen exactamente como deben, no bien, no mal, como deben.
Entonces puedo presumir que mi coquetería artística es cándida, espontánea, generosa y sobretodo sincera.

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