¡He muerto!

Como dice Edel Juárez “-he borrado diez veces esta línea pues en cada espacio aflorabas, pretérita, monocromática, tan sólo esdrújula, no bien rimada-“ y es que ya no sé de qué otra cosa escribir. ¡He muerto!

He muerto por decisión propia, por hablar de más, por amar de más, por esperar de más. A veces me digo, “Sofía… todo está frente a ti, ¡tómalo!”, ¡bah! ojalá fuera tan fácil, como lo fue antes.

He borrado y sigo borrando, ya no digo, ya no pienso… sí, es probable que ya no exista, pero entonces ¿cómo es esto posible?

Hace días, bajo las nubes grises, lentas, bajo la luna invisible, frente a las luces de la ciudad que parece sí poder descansar de todo, matándome de tabaco y caminando sin rumbo fijo, escuché unas buenas líneas de una no tan buena canción para mi gusto, pero no tiene que ser buena para dejar algo rebotando en las coladeras y drenajes de mi memoria.

La canción mencionaba algo así “¿Sabes qué es lo peor de cuando el amor se acaba? ...que se acaba.” “Pero ya está bien si ella se va, cultivemos el odio, declaremos la guerra, ¿por qué? ¡No se! quizá nos sintamos mejor, aunque yo creo que no. Y como todas las canciones de amor esta está llena de mentiras… cuando decimos que ella se va, lo que queremos decir es que no sea muy lejos ni por mucho tiempo.”

Pero, yo, Sofía… me siento y me declaro completamente incapaz de odiarle, porque lo amo. Pero si lo amo, también puedo odiarle, porque a final de cuentas resulta ser el mismo pinche sentimiento, en direcciones contrarias.


Estoy hecha pedazos, regados por todos lados, reaccionando erróneamente, desencadenado días terribles, aventé la bomba y destruí todo. Quedan escombros, miedos, culpas, tentaciones incandescentes, locura decapitada y a la espera, con el cuello en una cuerda.

Me maté.

Este texto no tiene ni pies ni cabeza, aunque es posible que los míos nunca hayan sido buenos ni coherentes, porque al final, entre tantas cosas que no me considero, no me considero buena escritora… ni escritora a secas.

1 comentarios:

labatterie dijo...

Saqué del bolsillo aquella diminuta bitácora que contaba cosas extraídas de la hiperextensión de mi imaginación.